Es Navidad otra vez, y ya sabéis lo que eso significa:
¡Hay que comer turrón de chocolate sin remordimientos!
Ah, no... Eso es durante todo el año, ji, ji.
Repito: ya sabéis lo que significa...
¡Voy a pasar unos días en Valencia!
(Cuando consiga meter toda mi ropa, zapatos, abrigos, regalos -schuuu, que es sorpresa-, peines, maquillaje, perfumes y libros aquí dentro...)
Normalmente y como vengo contando desde hace años (¿taaanto? ¡Cansina!) aprovecho estos días de asueto para ir voluntariamente al dentista, a sacarme sangre, etc, etc...
¡MENTIRAAAAAAA! ¡ME OBLIGAN MIS PADRES! ¡Me chantajean con polvorones!
El caso: hoy, haciendo una excepción, he intentado ir al ambulatorio por mi propia iniciativa por dos razones: 1. Ya tengo 26 años. 2. Desde ayer, tengo una pelota de ping-pong instalada en mi garganta que corre el riesgo de convertirse en pelota de golf y posteriormente de tenis como no me receten alguna droga dura.
Como decía, HE INTENTADO.
Nada más despertarme he marcado el número del ambulatorio, pensando que con la voz que tenía de dormida, me atenderían enseguida creyendo que estaba en las últimas. Y que el médico vendría corriendo a mi casa y hasta me haría el desayuno y limpiaría un poco el polvo. Jaaaaaaaaaaaaaaa. ¡Casi diez minutos he estado "hablando" con un contestador!
Me ha preguntado de todo:
Nombre, apellidos, dirección, teléfono, fecha de nacimiento, por dónde salgo, qué estoy leyendo últimamente, cuál fue la última peli que vi en el cine, a qué se dedican mis padres, qué número de pie uso, si creo que hay vida inteligente en otros planetas, si creo que hay vida inteligente en este planeta, si creo que hay vida inteligente en la Conserjería de Sanidad de Madrid...
Después del cuestionario, creía que la voz del contestador iba a invitarme a una copa como mínimo, nos habíamos hecho taaaan íntimos... Me pondré el vestido de rayas, pensaba...
Pero qué va. Ha ido de duro, como todos, y me ha soltado que hasta el lunes no puede darme una cita. Ya, ya lo sé, típica estrategia de hacerse de rogar para que yo me coma la cabeza y me tenga a sus pies.
¡Pues paso! En cuanto llegue a Valencia, me voy con otro contestador, digooo... me voy a otro ambulatorio.
Si es que las tradiciones navideñas no hay que saltárselas...
¡Felices fiestas a todos y a todas! |
Felices fiestas y que esa bola se te quita pronto para poder aprovechar los turrones al 100%.