Un poco de todo...
En Berlín:
Berlín es una ciudad muy bonita, pero los alemanes hablan muy raro. Así como sin vocalizar...
Cuando llegamos al hotel, el recepcionista empezó a soltarnos el típico discurso de bienvenida y papeleos varios. El buen hombre llevaba ya varios minutos hablando a nuestras caras desconcertadas, cuando persona-con-la-que-vivo no pudo reprimirse y estalló:
-In English, please!!! (¡en inglés, por favor!)
-Schhhuuuu, le dije dándole un codazo. ¿En qué idioma crees que nos está hablando?
Ahora, que yo tampoco me quedé corta:
Cafetería berlinesa. Pido un café con caramelo. Tras mucho esfuerzo idiomático, consigo elegir el tipo de café y el tamaño, pero la camarera entonces lanza una pregunta a traición, donde más duele: -Hot or cold? (¿frío o caliente?)
Lo dijo tan rápido que ni la entendí, así que me quedé mirando su cara de expectación sin saber qué contestar. Y entonces añadí: -¿Cuál es la diferencia?, en mi idioma natal.
Se quedó a cuadros.
El último día, la cosa no había mejorado. Cuando recogimos las maletas y pasamos por recepción para abandonar el hotel, yo estaba preparada para decir "no" a todo (¿párking? No. ¿Minibar? No. ¿Desayuno? No) Sin embargo, el recepcionista se salió del guión: -¿Habéis estado cómodos?, preguntó con su inglés de Harvard.
Ya tenía yo los labios cerrados a punto de pronunciar el "no" que tanto había ensayado, cuando persona-con-la-que-vivo se me adelantó: Yes, yes...
¡Menos mal!
En casa:
Cuando después de un mes alejados de la civilización madrileña regresamos a casa, nos dimos cuenta de una cosa: la vecina alias la loca, nos había echado MUCHO, MUCHO, MUCHO de menos.
Harta de no conseguir captar nuestra atención, la señora lo intentó todo: esperarnos alrededor del ascensor, hacer ejercicios matutinos delante de nuestra puerta, fingir que tenía que regar las plantas justo cuando salíamos de casa... Y entonces se le ocurrió un método infalible: decirnos algo que no pudiéramos ignorar. Y eso hizo.
-Pues... empezó, la policia ha estado aquí preguntando por vosotros.
 -¿Ah, sí?, dije yo. ¡Pues que vuelvan!
Pobre mujer, ya no sabe qué hacer para que le hagamos caso.
En mi "otra" casa, la de Valencia.
-Laura, me dijeron mis padres. A Cristina le han dado el traslado, ¡vuelve a Valencia! -¡Qué bien! Me alegro un montón por ella. -Se va a quedar con tu habitación.
Y más o menos, este es un resumen del último mes de mi vida. Me dejo detalles como el descubrimiento de que tengo las córneas planas (fíjatetú) y mis lentillas cuestan una pasta, pero si pasar once horas al día fuera de casa no iba a servir para darme caprichitos, apaga y vámonos ;)
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