A pesar de las expectativas que creé, siento comunicaros que me pasé toda la gala de los TP's sentada en el palomar de un teatro enorme, hablando con mis compis y viendo a los famosetes en versión clicks de Playmobil.
Pero para compensar esta falta de anécdotas en torno a los premios, os traigo en exclusiva una primicia... Redoble de tambores... ¡persona-con-la-que-vivo y familia-loca-que-me-crió han compartido un fin de semana valenciano!
Aunque ya se conocían, era la primera vez que iban a compartir casa y techo, así que tenía que darle a cada parte unas normas básicas:
Persona-con-la-que-vivo, no le digas a familia-loca-que-me-parió que me compro un bolso cada mes.
Familia-loca-que-me-parió, no le hagáis preguntas incómodas a persona-con-la-que-vivo.
¿Y qué tal resultó la experiencia?, os estaréis preguntando intrigados y ansiosos.
Pues muy intensa. De hecho la intensidad empezó nada más salir de casa...
Llegamos a la parada de metro, con nuestra maletita roja y esos nervios pre-viaje de "¡Dios mío, falta una hora para que salga el tren, lo vamos a perder!" (es que en Madrid las distancias se magnifican) y nos encontramos con un montón de policías, bomberos, ambulancias, y lo más preocupante: una cinta de plástico acordonando la zona.
Ups.
Nos acercamos al señor poli: -¿Podemos entrar por la otra boca de metro?
El poli se lo piensa. Diez segundos después. -Sí, podéis -Empezamos a irnos a toda leche- ... pero está toda la línea cortada.
No, entonces entrar no tiene mucho sentido, claro.
Me pongo a pensar en voz alta: -Bueno, pues podemos ir andando hasta la parada de la línea 1, y así vamos directos hasta Atocha Renfe. A lo que añade el policía: -Hombre, si queréis... -¡Nos va a llevar, nos va a llevar en coche!- ... podéis ir andando hasta la parada de la línea 1, que va directa a Atocha.
¡Anda, pues no se me había ocurrido!
Bueno, una vez llegamos a Valencia, el finde estuvo estupendo.
Lo primero que hizo mi madre fue enseñarle, toda ilusionada, a persona-con-la-que-vivo un montón de cosas: sus cuadros de punto de cruz, sus plantas, sus fotos...
Entonces mi padre se puso muy serio de repente y empezó a mirar nervioso hacia todas partes. -¿Qué te pasa?, le pregunté yo. -¡Que yo también quiero tener algo que enseñarle!
Después de diez minutos pensando, se le iluminó la mente: -¡Ya lo tengo! ¡Le voy a enseñar cómo tomo apuntes! -Papá, no creo que le intere... RECTIFICO: Ver cómo toma apuntes mi padre es una experiencia que no voy a conseguir olvidar mientras viva. He intentado explicároslo, pero creo que lo mejor es que lo veais con vuestros propios ojos.
No, lo que lleva mi padre en el dedo no es un profiláctico, malpensados. Es un trozo de goma extraído de un guante de plástico con el que protege su dedo corazón para no desarrollar callos mientras escribe. Creo que tener un padre universitario es algo que nunca va a dejar de sorprenderme.
Preparamos una gran parrillada y nos sentamos a comer en la mesa. Mi madre se puso enfrente de persona-con-la-que-vivo. CRASO ERROR. Y no, no es que ninguno de los dos mastique con la boca abierta ni nada por el estilo, simplemente que cuando mi madre cortó un trozo de chorizo para persona-con-la-que-vivo, un líquido pringoso conocido como "aceite a la parrilla" fue a parar directamente a los pantalones de persona-con-la-que-vivo.
Por la noche, Cristina salió con sus amigos (disfrazada de princesa por Carnaval. A la mañana siguiente, nos contó que ella fue la única que se disfrazó, jaja) y los "no tan jóvenes" nos quedamos en casa, exhaustos. Y es que mis padres habían preparado para persona-con-la-que-vivo un colchón hinchable, de estos que se anuncian en la Teletienda, (la otra opción era que se acostara en la habitación de Cris y decirle a Cris "Cris, no llegues antes de las 10 de la mañana". Les pareció excesivo) El caso es que mis padres saben que esas camas son cómodas... sí, pero hasta cierto punto. Así que idearon un plan para que persona-con-la-que-vivo durmiera perfectamente. ¿Ponerle una plancha de látex? También. Pero yo me refiero a CANSARLE. Y como cansarle a él implicaba cansarnos a todos, nos tuvieron dos horas y media caminando por el centro de la ciudad. Bueno, caminando y subiéndonos a torres. -... Y esta era la puerta de Valencia, la cerraban y ya no entraba ni salía nadie. -¿Y a nadie se le ocurrió poner un ascensor? A la mañana siguiente recuperamos fuerzas en una terracita en la cual, con cada ronda de cañas te ponen cacahuetes. Pedimos tantas veces cacahuetes que cuando nos fuimos, dijo la camarera:
-Os gustan mucho los cacahuetes, ¿verdad?
Si es que somos más monos... :) |