Sinceramente, yo pensaba que esto del empadronamiento era como la portabilidad de las compañías telefónicas: tú perteneces a una ciudad/compañía y cuando amenazas con cambiarte a otra, tu ciudad/compañía de origen te seduce con tentadoras ofertas y palabras bonitas:
-"Señorita Laura, no se puede marchar, es una de nuestras mejores clientas, y aquí le tenemos mucho aprecio: por ejemplo, el presidente de la compañía tiene una foto de usted en su mesilla de noche y antes de acostarse le da un beso. Ah, y le quiere invitar el próximo domingo al club de golf con su familia".
En fin, lo típico. Al menos en mi mente suena así.
Desde que vivo en Madrid he querido empadronarme aquí en más de una ocasión, pero no lo he hecho por motivos sentimentales y políticos.
(Por "políticos" me refiero a que "me hace ilu" ir a votar con mi familia y luego tomarnos un aperitivo, tampoco hay más. Claro, que esto podría incluirse dentro de los sentimentales...)
Entonces, un día me di cuenta de que podía utilizar mi "amenaza de empadronamiento" para conseguir un montón de cosas. Mi padre haría lo que fuera para que mantuviera mi dirección en Valencia y persona-con-la-que-vivo ídem para que cambiara mi dirección a Madrid. Los dos pelearían por mi "custodia" en una dura batalla con un único ganador: yo.
Me encanta cuando me inspiro y resuelvo el mundo.
Poco a poco fui concretando la idea y trazando un plan maestro infalible: yo llamo a mi padre, le digo que me quiero empadronar en Madrid, él llora, me pide que no lo haga, me ofrece 20 euros, yo me veo tentada, intento ser fuerte, digo que no, me ofrece 50, me lo pienso pero no, me ofrece 3000 al mes para toda la vida, dudo pero sigo firme, me ofrece 3000 al mes y un apartamento en la playa, se lo agradezco pero le digo que mi deber moral es estar empadronada en la ciudad en la que vivo más tiempo, me ofrece los 3000 al mes, el apartamento que ahora es dúpplex, un coche con chófer (buenorro) y dos cajas de bombones Godiva, yo le digo que me lo pienso esta noche y que le contestaré a primera hora, le llamo, le digo que me lo he pensado y que no, él me ofrece TODO, cualquier cosa, lo que yo quiera, sin condiciones, pa'mí pa'siempre.
Y vida resuelta. Soy la mejor. ¡¡Y tengo chófer!!
(Mi yo futuro disfrutando de una vida de placer absoluto)
Así que llamé a mi padre:
-Papi, verás... TODAVÍA NO ES DEFINITIVO, pero... creo que voy a... insisto, estoy pensándolo, ¿eh? Creo que voy a empadronarme en Madrid.
-¡Me parece perfecto, Laura!
-¿10 euros, dices? Eeehhh... un momentoooo: ¿qué es lo que has dicho?
-¡Es muy buena idea! De hecho, hace tiempo que te lo quería proponer.
...
...
...
¿¿¿¿¿Quéééééé??????
Quizás no me ha entendido bien:
-Yaaa... bueno, pues entonces, si te parece bien, me voy a borrar de la casa donde estoy empadronada, CONTIGO, con la mamá y con Cris, y voy a empadronarme en otro sitio... sí, eso es, dejaré la casa donde tantos ratos felices hemos pasado... donde yo estudiaba horas y horas, interrumpida por ti cuando entrabas en mi habitación para preguntarme qué era un crédito o si creía que con un cuatro podrían aprobarte... Aaayy, nuestra casa, testigo de tantas risas y confidencias, la casa donde me has visto crecer día tras día...
-Bien, bien.
-...y ya nada nos unirá, papá. Excepto la sangre, el ADN, la miopía y el 90% de mi carácter... y todo eso suponiendo que de verdad seas mi padre...
-Muy bien, Laura. Por cierto, te quería comentar una cosita de mi página web...
Ahhh, sí... La página web. Algún día tengo que contaros esta historia.
La jugada me estaba saliendo rematadamente mal. Pero nadie tenía por qué saberlo. La información es poder, ¿verdad? Yo tenía la información, luego yo tenía el poder.
-Persona-con-la-que-vivo, verás: he pensado empadronarme en Madrid, pero... no creo que pueda hacerlo, mi padre se ha puesto muy triste, fatal, fatal, fatal. Y me ha ofrecido mucho dinero (más del que puedes contar) a cambio de que no lo haga. Estoy hecha un lío, ¿tú qué harías por mí si me empadronara en Madrid?
-No sé... si quieres te invito a una caña para celebrarlo...
-¡¡¡Hecho!!!
Y así es como me empadroné en Madrid a cambio de una caña. Que no se diga que no consigo lo que quiero.
El día de mi empadronamiento yo estaba muy nerviosa: "¡es como casarme con Madrid!", decía. A juzgar por los regalos que recibí (cero) y por los invitados que me acompañaron al evento (cero) el resto del mundo no lo veía así.
Cuando el amable chico de la ventanilla me dijo "¡pues ya está!", yo no me lo podía creer:
-¿Cómo que ya está?
-Sí, ya está, ¿has visto qué rápido?
-¿¿Pero qué dices?? ¡¿¿Es que no vas a tirar confeti ni nada??! ¡Que me estoy empadronando en esta ciudad, joder! ¿Cómo es que a nadie le importa?
Tras esperar un coche nupcial que nunca llegó, decidí volver a casa en metro y mandarle a mi padre el siguiente sms:
"Papi, ya soy ciudadana madrileña, pero os quiero igual y nunca olvidaré mis raíces".
¿A vosotros os ha contestado? ¡A mí tampoco!
P.D- Como no quería publicar todo esto sin darle a mi padre la oportunidad de defenderse, le envié un e-mail contándole lo desarraigada y triste que me sentía. Me dijo que "era muy teatrera" y que "le da igual dónde figure empadronada, lo que le duele es no poder verme todos los días desde hace años".
¿¿Por qué, papá, por qué no me has dicho todo esto cuando aún estaba a tiempo de romper en pedazos mi hoja padronal?? ¡Si hubiera sabido que te sentías así, lo habría hecho! Y no te hubiera pedido ni apartamento ni tres mil euros al mes (pero lo del chófer buenorro me vendría muy bien, ahora que el metro está tan caro...)
|